Los jardines del Real Alcázar se muestran como un palimpsesto botánico, un texto reescrito continuamente por los moradores que lo han habitado y que han ido incorporando, paulatinamente, nuevas especies en función de las relaciones que establecían con el mundo.
Dicho proceso ha derivado en una continua erosión de los patrones vegetales originales, hasta transformase en el jardín que hoy conocemos. Un paisaje generado por una multitud de decisiones no planificadas pero, no por ello, menos acertadas. Así también lo reconoce Manzano cuando, al hablar del Estanque de Mercurio, recuerda que se trata de “un jardín improvisado por la historia, como tantas cosas del Alcázar, pero de gracia infinita”.
Nos encontramos, por tanto, ante un ecosistema artificial elaborado poco a poco a partir del diálogo creativo entre el hombre y la naturaleza. El primero seleccionando y combinando los recursos botánicos, la segunda aportando los mismos y validando la prosperidad de las asociaciones establecidas. Un proceso de aclimatación recíproca en el que no solo se ha mantenido, sino que se ha aumentado la diversidad biológica del jardín, provocando un mayor contacto entre especies diferentes que a su vez han multiplicando la capacidad de asociaciones emergentes. Combinaciones de las que emana, en definitiva, las propiedades del jardín.
En este sentido, con el objetivo de desentrañar, no solo la paleta botánica que conforman estos jardines (formada por 187 especies), sino también el patrón que las relaciona —su estilo, su mezcla precisa— se ha realizado un análisis de redes.
Para ello se ha procedido a la utilización de la base de datos, donde se identifican y localizan la totalidad de los especímenes existentes (alrededor de 21.000). Posteriormente se ha procesado esta información utilizando un script de Python, obteniendo, de esta manera, una base de datos de tamaño manejable, a partir de la cual se ha realizado un análisis de clustering jerárquico usando R, logrando, para cada espécimen, las distancias pormenorizadas respecto a los otros ejemplares del jardín.
Una vez realizados estos cálculos previos se ha generado una salida visual de la información a través de Processing. Para ello se han estructurado los datos generados en el perímetro de una circunferencia con 187 nodos (que se relacionan con las especies identificadas). Paralelamente se han escalado dichos nodos mediante una ecuación logarítmica, en función de la frecuencia de aparición de las especies.
Finalmente, se ha elaborado una segunda visualización independiente para cada especie, donde se representan las interacciones entre éstas mediante grafos que simbolizan la probabilidad de asociación en el modelo real del jardín. Con el objetivo de simplificar y no desvirtuar el análisis, se ha realizado un filtrado de la información limitando la aparición de grafos a la existencia de relaciones en una distancia menor a 10 metros. También se ha programado la visualización de forma que el grosor de los grafos varíe en función de la frecuencia de asociación.
Se han obtenido así una serie de gráficos con tres niveles de información: el primero, hace referencia a las especies presentes en el jardín; el segundo nivel, a su frecuencia de aparición; y por último, el tercer nivel muestra la probabilidad de cada especie para encontrarse con otras; sugiriendo así el estilo o patrón de asociaciones botánicas existente en los jardines del Real Alcázar de Sevilla.
Entendemos, por tanto, que esta investigación (de la cual no tenemos conocimiento que se haya aplicado con anterioridad a otros estudios paisajísticos y que desarrollaremos con más extensión próximamente) puede ser de gran relevancia para el conocimiento, mantenimiento, o restitución de las características compositivas o ecológicas de jardines históricos como los del Alcázar de Sevilla.
Con ella concluimos este atlas iniciático de los jardines. Diez miradas que pretenden celebrar el valor del Real Alcázar de Sevilla como laboratorio paisajístico no sólo del pasado, sino también del futuro.